El huevo de trueno, por fuera, se ve como una roca cualquiera, pero revela su esplendor en el momento en el que es cortado y pulido. Lo más interesante es que la composición (y por lo tanto su aspecto) varía considerablemente según cómo se forme. Por eso, no es de extrañar que sea tan apreciada entre los coleccionistas de piedras.